Escucho una vieja melodía y mi mente se transporta a aquellos lejanos días cuando tus manos eran lo suficientemente grandes, como para resguardarme del mundo dentro de ellas.
Mi caballero, no quizás de brillante armadura, pero sí del más puro corazón dispuesto siempre a defender a su niña princesa, por sobre todas las cosas.
Del recuerdo despiertan todos aquellos momentos en los que tuvimos que crecernos como padre e hija, como, los intentos de motonetas que me procurabas cuando mami por el trabajo esta fuera de casa y ¿qué me dices de la superfalda de la primaria?
Luego vino la adolescencia y a pesar de que tu pequeña se escapaba como agua entre las manos hacia el camino de ser mujer, siempre estuviste a mi lado, con el consejo certero, con la palabra oportuna, siempre fueron tuyos nmis logros y derrotas y juntos los disfrutamos y superamos.
Y aquel día en que vestida de blanco con aquellas mismas manos grandes y nobles, me entregaste a aquel extraño que vino a llevarse a tu pequeña lejos de tu cuidado.
A tí, mi amigo, mi héroe, mi padre, gracias por tu confianza, por tu respeto, por tu amor. Gracias por hacer de mi hijo tu hijo también y ocuparte y preocuparte por él y por el resto del equipo como lo hiciste con tus hijos. Gracias a tí por ser como eres, con tus defectos, con tus virtudes, pero sobre todas las cosas por ser el mejor de todos los padres: el mio.
PD: Esta crónica fue el regalo que le hace la amiga Rubí Arleti Román Torres a su querido viejo, a propósito de celebrarse este domingo 19 de junio en Cuba el Día de los Padres. !Qué hermoso regalo, papa!.
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