Escucho una vieja melodía y mi mente se transporta a aquellos lejanos días cuando tus manos eran lo suficientemente grandes, como para resguardarme del mundo dentro de ellas.
Mi caballero, no quizás de brillante armadura, pero sí del más puro corazón dispuesto siempre a defender a su niña princesa, por sobre todas las cosas.