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domingo, 1 de enero de 2017

Apelando a la memoria: Cuando la tiranía agonizaba

Por Leonel Iparraguirre González
Cuba vivió momentos de mucha tensión en 1958, cuando la tiranía de Fulgencia Batista sentía los rigores de un Movimiento 26 de Julio que recibía el apoyo del pueblo  por todas partes, con acciones que se  hacían notar mediante la colocación de banderas rojas y negras en los más insospechados lugares, carteles y propagandas con textos como "Aquí estuvieron los barbudos" y otros con la intensión de desequilibrar al bien armado ejército del gobierno de turno.

Mi corta edad no me permitía comprender con toda claridad lo que sucedía en mi entorno. Los  mayores se limitaban hablar estos temas ante la presencia de menores para evitar complicaciones, pero por mi mente infantil corrían tantas  incógnitas como sospechas.

Recuerdo que cada poco tiempo los vehículos de la policía, repletos de  militares con cascos y  armas largas, pasaban por los barrios a muy lenta velocidad con miradas que eran como trazadoras. La  mayoría de las veces mis padres me escondían por temor a que arremetieran contra la casa o hicieran preguntas comprometedoras.


Ya a finales de ese año, la situación era mucho más complicada. Cuando nos acostábamos, sentíamos los pasos de caballos y  personas que conversaban a tan baja voz que no podía entender ni una sola palabra de lo que decían. Eran realmente los que apoyaban con la mayor discreción a los alzados  en el cercano lomerío, integrando los distintos frentes del Ejército Rebelde. Pero una madrugada escuché que alguien llamó con mucha discreción a mi padre y le transmitió un mensaje. No sabía quiénes eran, si los buenos o los malos y  mi corazón latía a una velocidad como queriéndose salir de su lugar, mientras simulaba estar profundamente dormido.

Minutos después, nos dijo  que teníamos que  salir de la casa, pues corríamos el riesgo de caer entre los sospechosos y ser asesinados por la guardia batistiana. Aquella madrugada fue terrible. Los  barbudos habían colocado una bandera del  M-26-J en lo más alto de una empinada palma real a la entrada del poblado de Chambas, prácticamente en las narices de la guardia del batistato.

Muy temprano en la mañana Chambas olía a pólvora, por dondequiera aparecía un "amarillo", con su cinto repleto de cananas, balas, revólver y otros muchos aprovisionamientos de  campaña. A susurros en las casas se escuchaba la voz de Violeta Casals que decía "Aquí, Radio Rebelde, desde el corazón de la Sierra Maestra...." En aquel ambiente hasta los pelos  se me erizaban.

Un humilde bodeguero, llamado Daniel, abrió su punto de venta, muy cerca del parque de Las Madres, y el ojo de la guardia se fijó en el pobre bodeguero. Aquel amanecer Chambas aparentaba ser un desierto, pues las calles estaban solitarias, solo algunos temerosos vendedores de pan, pero fue a Daniel a quien le achacaron el acto rebelde y por tanto, obligado a trepar aquella empinada palma y desaparecer la bandera, mientras los soldados apuntaban a su cuerpo con rifles prestos a disparar. Imposibilitado de escalar la palma real, pidió permiso para aplicar otra opción, cortar la palma y para ello le facilitaron una hachuela de muy poco filo y así al cabo de unas horas pudo derribar aquel árbol, mientras la guardia en fracciones de segundo, como para que no trascendiera el hecho, prendió candela a la tela bicolor.

No conforme con lo realizado, horas después aparece ahorcado en su dormitorio un joven chambero, a quien lo consideraron cómplice de acto de apoyo al Movimiento 26 de Julio, lo que provocó que muchos vecinos se unieran con toda rapidez a las fuerzas rebeldes en el cercano lomerío de Florencia y Mayajigua, por temor a nuevas represalias.

Así de cruel fue la dictadura batistiana, pero no tardó mucho tiempo en que por aquel callejón donde estaba nuestra casa, desfilaran decenas  de personas, unos a pie, otros en sus bestias y en bicicletas, todos portando banderas del 26 de Julio. Sobre la puerta de mi casa se colgaron cintas rojas y negras y en una palma cercana se puso un gran letrero que decía: "Ya Cuba es libre, Viva Fidel Castro".

Fue entonces que pude saber con meridiana exactitud lo que había sucedido. La  radio repetía la noticia que Batista había abandonado el poder.

Han transcurrido 58 años de aquellos acontecimientos, pero el pueblo no los olvida. A la entrada de Chambas, como respaldo de la plaza de actos de la localidad se divisa una hilera de palmas, emblemático árbol  de la isla, más, se observa un espacio vacio, es la ausencia de la palma real desde  donde  se izó una madrugada la primera bandera del 26 de Julio que ondeó en mi pueblo natal.En el barrio de Narcisa  hay una lápida con una inscripción que dice: Aquí fue ahorcado por los esbirros de Fulgencio Batista el joven revolucionario Rigoberto Pérez Carbó" donde  también flamea una bandera del Movimiento, como perenne memoria de lo acontecido unos días antes del triunfo revolucionario de 1959.

No fue un hecho aislado, pues las fuerzas de la dictadura cometieron otros actos criminales en ese terruño y como testimonio aparecen los nombres de Manuel Montaña, Donatilo Iselín Arencibia, Celso Hernández, y otros, en una cordillera de vallas que se muestran a la entrada de ese poblado.

Son mártires de ese territorio que reciben en cada acción de los chamberos el más sincero de los homenajes en los combates de cada jornada. Esa historia es difícil de borrar.







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