
Mi corta edad no me permitía comprender con toda claridad lo que sucedía en mi entorno. Los mayores se limitaban hablar estos temas ante la presencia de menores para evitar complicaciones, pero por mi mente infantil corrían tantas incógnitas como sospechas.
Recuerdo que cada poco tiempo los vehículos de la policía, repletos de militares con cascos y armas largas, pasaban por los barrios a muy lenta velocidad con miradas que eran como trazadoras. La mayoría de las veces mis padres me escondían por temor a que arremetieran contra la casa o hicieran preguntas comprometedoras.