El 2011
será recordado como el año en el que las clases medias y bajas de Europa y
Estados Unidos, desde los 'indignados' españoles hasta el movimiento 'Ocupemos
Wall Street', salieron a protestar contra sus élites por la creciente
desigualdad generada por la crisis económica.
El año que
se va empezó con un imparable viento de cambio procedente del norte de África,
donde las manifestaciones populares contra los regímenes en el poder se
extendieron como una mancha de aceite desde Túnez a Egipto, Libia, Siria y
Yemen, en un sorpresivo proceso bautizado como la 'Primavera Árabe'.
Esas
protestas, que terminaron en muchas ocasiones en baños de sangre,
sirvieron de
inspiración para la gente frustrada en Europa y Estados Unidos por el creciente
desempleo, el caos financiero y la incapacidad de los gobiernos para encontrar
soluciones a la crisis que comenzó en 2008.
En un mundo
en el que el poder de las finanzas y las corporaciones parece tener demasiada
influencia y controlar la política, las clases medias ven cómo su nivel de vida
se deteriora rápidamente y los jóvenes recién salidos al mercado laboral se
encuentran sin empleo y, por lo tanto, sin futuro.
Los griegos
dieron el puntapié inicial en 2010, saliendo a la calle de forma masiva para
manifestarse contra los planes de ajuste adoptados para salvar al país de la
quiebra.
Pero es el
pasado 15 de mayo cuando aparece en Madrid el primer campamento de los
'indignados', que se levantan contra los recortes presupuestarios que afectan a
los sectores más vulnerables, mientras se siguen gastando miles de millones de
dólares para salvar bancos que pagan salarios extraordinarios a sus directivos.
Este
movimiento se extiende a otras ciudades de España, como Barcelona, Valencia y
Zaragoza, así como también a Lisboa, París, Bruselas e incluso Tel Aviv. El 19
de junio, 200.000 personas se congregan en Madrid y a principios de septiembre,
unas 400.000 salen a las calles en Tel Aviv y de una quincena de ciudades en
Israel.
En Reino
Unido, la rabia de la juventud marginada explota en agosto con violentos
incidentes y saqueos en Londres.
La protesta
llega a Estados Unidos el 17 de septiembre, cuando el hasta entonces desconocido
movimiento 'Ocupemos Wall Street' (OWS), que no reconoce líderes y denuncia el
poder del mundo de las finanzas, la avaricia y la corrupción de los más ricos,
se instala en una plaza cerca de la
Bolsa de Nueva York.
"Somos
el 99%", dicen los manifestantes, que rechazan definir con precisión sus
reivindicaciones y aprovechan las redes sociales para transmitir su mensaje a
lo largo de un país duramente afectado por el desempleo y en el que las
corporaciones financieras parecen incontrolables.
Los Ángeles,
Boston, Seattle, Washington, Filadelfia: campamentos similares al de OWS surgen
en decenas de ciudades estadounidenses y luego en Canadá, Londres y Fráncfort.
Sus
reclamaciones encuentran eco hasta en el presidente estadounidense, Barack
Obama, que ha admitido recientemente que las desigualdades "se encuentran
en un nivel nunca visto desde la Gran Depresión" de los años 30.
Tras
asistir atónitas al nuevo fenómeno, las autoridades deciden a partir de octubre
desmantelar los campamentos, muchas veces a través de violentos operativos
policiales.
Sin un
lugar público permanente desde el cual manifestarse, los movimientos de
protesta buscan ahora nuevas estrategias para mantener viva su protesta.
En Estados
Unidos, las elecciones presidenciales de 2012 aparecen como una caja de
resonancia perfecta para que OWS redoble su presión, mientras que en Europa, el
ajuste que llevan a cabo muchos gobiernos, y que parece que no hará más que
agudizarse el año próximo, promete también seguir alimentando la ira popular.
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