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viernes, 3 de abril de 2015

Llegó la hora cero de la Serie 54 de la Pelota Cubana

-Ciego y la Isla de la Juventud en la final

Llegó la hora cero de la 54 Serie Nacional y en ella están los equipos que mejor lo hicieron en el largo camino recorrido desde el 21 de septiembre pasado hasta hoy. Ciego de Ávila y la Isla de la Juventud han merecido esta final porque en los momentos decisivos, en los que la equivocación no está permitida, no flaquearon.

Es cierto que los pronósticos no apuntalaban a los pineros para las jornadas que comienzan hoy. Sin embargo, creo que quienes así pensaron u opinaron no minimizaron a los Piratas, sino que valoraron las variables de sus contrarios y el poderío que ellas representaban. Pero ese es el gran mérito de los insulares, saber sobreponerse ante los más fuertes, enfrentarlos desde sus propias posibilidades y como dijeron su capitán Michel Enríquez y José Luis Rodríguez Pantoja, el director, respetándolos para comprender mejor dónde eran más débiles.



Ciego de Ávila es hoy, y a partir de su desempeño en el segundo segmento del torneo, el equipo que la mayoría ha dado como favorito al título. Más allá de sus atributos en el pitcheo, defensa y ofensiva, es junto a la Isla, el colectivo que más se parece en su funcionamiento a un equipo, a una verdadera maquinaria.

Pero vaticinios a un lado, si bien los Tigres avileños tienen sobrados argumentos, expresados en una plantilla con jugadores de probada calidad que manifiestan condiciones técnicas y tácticas acorde al nivel competitivo de sus piezas clave, los Piratas han demostrado multiplicar sus cualidades, basados en explotar al máximo un juego sereno, que busca la efectividad en cada lance, para rematar en las postrimerías, con el mejor pitcheo cerrador que tiene hoy Cuba.

Ciego de Ávila posee la fuerza de un gigante y la sapiencia de un mentor que sabe lo que es una final, e Isla de la Juventud, el don de los más pequeños, la astucia. ¿Quién ganará? El que sepa actuar bajo la alta demanda con mayor resolución.

Lo que sí no tiene nada que ver con vaticinios o bolas de cristal, son algunos de los requerimientos imprescindibles para el espectáculo más seguido en nuestro país. Por ejemplo, las sedes necesitan crear las condiciones mínimas de conectividad, de manera tal que las hazañas de los héroes sean reflejadas en toda su magnitud por los medios. Durante las semifinales, en Bayamo, Ciego de Ávila y Matanzas, la ausencia de líneas dedicadas en la mayoría de las jornadas entorpeció las comunicaciones, incluso, determinó la no presencia de algunos informadores en varios partidos.

Fue ese el agujero negro de las fechas semifinalistas, que tuvieron el esplendor de excelentes jugadas, la entrega sin límite de los peloteros, el colorido que dieron los pineros y la casi perfecta actuación de los avileños. Y si hablamos de las luces de esas épicas escenas, es justo consignar el buen trabajo de los árbitros y comisarios en estos difíciles y complejos desafíos. Cuando de ellos no se habla, cuando se retiran del campo de juego sin que se note su partida, están pagando el precio de una faena sin manchas y así ocurrió en las semifinales.

Sin embargo, creo que ha sido la afición la que se ha llevado el premio grande de esta postemporada, no solo porque la disfrutó, sino porque la engalanó de carteles, de apoyo a sus jugadores, de emociones y desencantos. Las vistas de unos abarrotados Victoria de Girón, Mártires de Barbados, José R. Cepero y el pequeño, pero multiplicado Cristóbal Labra, son las principales muestras de para quienes se hace esta fiesta.

Para la final que comienza hoy tenemos lo principal, dos equipos con peloteros enchufados en el triunfo, que ya son campeones por lo que han hecho y que solo buscan ahora la coronación. Pero que alcance el mismo brillo, dependerá de que todo el que tenga que ver con esta singular celebración nacional, este a la altura del béisbol que los jugadores han puesto sobre el terreno.

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