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jueves, 9 de mayo de 2013

Sin arrugas en la frente

Antonio Matildo Rodríguez González, nunca pensó vivir tantos años. Fue el lejano 10 de mayo de 1911 cuando nació en un caserío que le llaman Guanito, en el actual municipio de Primero de Enero. Ahora arriba a los 102 años de existencia competente para continuar la vida.

Cuenta que ha sido un hombre feliz, a pesar de haber concretado su vida entre plantones de caña y el cultivo de viandas, lo que constituye su principal orgullo, pues desde  muy pequeño sentía  amor por la tierra y la agricultura.

“Ya nadie se acuerda de las zafras antiguas, aquellas que se hacían a golpe de mocha, sin imaginar que  muchos años después sería un trabajo que lo podría  hacer una máquina combinada”,  comenta Matildo como lo conocen sus compañeros.



Con su voz tenue  y pausada describe sus primeras zafras en el antiguo central Violeta: “fui carretero de aquellas que tenían unas ruedas  muy grandes de  madera y  mi tarea era dura, pues los  campos estaban muy distantes de la grúa de Ognara, adonde tenía que dar  hasta tres viajes por jornada”.

“Desde  entonces me acostumbré a madrugar –comenta-  aunque años después me dediqué al trabajo agrícola, a la siembra y  cosecha de viandas de todo tipo en tierras que eran muy prósperas, por  eso  confirmo que el trabajo cura de espantos y da más años de vida”.

Matildo dice ser una persona diferente “y quizás por eso he durado tantos  años”. No le gusta el baile, jamás  disfrutó de una estancia en la playa y realizaba  visitas a otros pueblos y ciudad solo por razones de necesidades.

“Pero le digo más –confiesa- pocas veces tuve que acudir a una consulta médica, solo fui una vez cuando me tuve que someter a una operación de una hernia, debido a las fuerzas que realizaba en el campo, y para colmo me compliqué con una peritonitis que por poco me lleva a la tumba”.

Ahora  Antonio Matildo disfruta de  su vejez, formando parte de la gran familia del Hogar del Adulto Mayor que radica en la ciudad de Morón, donde comparte con nuevas amistades y  recibe el cariño y la atención de  médicos, enfermeras y de sus propios compañeros.

“Me siento fuerte para continuar la vida y aunque todavía  me falta  un buen tramo para llegar a los 120, no me aparto de ese propósito porque mucha voluntad  tengo.”, afirma

“En uno de los salones hay globos  y cadenetas para una fiesta  especial: el cumpleaños de un abuelo que ya arriba a los 102 años, sin arrugas en la frente.


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