Los fuertes vientos del huracán Irma provocaron severas afectaciones en 39 de los 42 centros escolares con que cuenta en este curso el avileño municipio de Morón. Según confesiones de Yoleisis Valdés Santiago, directora de Educación en este territorio, el meteoro, desprendió techos, arrazó con las mantas impermeabilizadoras de las cubiertas, fraccionó paredes, entre otras muchas averías.
Una de las escuelitas que sufrió severos daños fue la Nicolás Hernández, localizada en la apartada zona de La Serrana, comunidad donde residen familias de cooperativistas que se dedican a la cría de ganado mayor y menor, así como a cultivos varios.
Aquella mañana cuando Irma comenzaba a alejarse luego de causar graves destrozos en este territorio, no pocos vecinos se asombraron cuando vieron la escuela muy afectada por los fuertes vientos: las planchas de zinc del techo rotas y torcidas por la fuerza del fenómeno, paredes quebradas y otras muchas afectaciones.
Ese centro escolar cuenta en este curso con una matrícula de 31 alumnos de prescolar a sexto grado, cuatro maestros y 5 especialistas en las manifestaciones artística, computación, Educación Física, Inglés y Biblioteca. ¿Cuál fue la alternativa para que las clases continuarán y no se afectara el desarrollo del proceso docente educativo?
La primera propuesta fue reparar de inmediato el techo de la escuela con el apoyo de todos los factores de la comunidad, pero para eso existía un inconveniente: que no contaban con todos los recursos disponibles para techarla en el más breve período.
Fue entonces que Niuris Nuñez, maestra de quinto grado propuso una alternativa que fue aceptada por unanimidad: trasladar pupitres y pizarras hacia varias viviendas de esa comunidad, mientras que se reconstruya la escuela. Un aplauso daba por aprobada la sugerencia, y manos a la obra.
En cuatro viviendas del vecindario se distribuyeron los maestros, acomodaron pupites, mesas y pizarras y en un término de 24 horas arrancaron las clases. Marlene Maza, donó una habitación de su casa para que funcionara el aula de primero y segundo grados, pese a que ella no tiene ningún hijo pequeño en esa escuela. Y allí, en el comedor, cerca de la cocina instalaron el aula." He adaptado los quehaceres de la casa a las necesidades del aula, aveces tengo que esperar que terminen las clases para fregar o terminar el almuerzo, pero nos henos adaptado a estas condiciones", refiere.
Igual sucede en la vivienda de Argelia Morales, donde se atienden los niños de tercero y cuarto grados. "Quizás las aulas no reúnan las mejores condiciones, pero lo importante es que los alumnos no se atracen en el proceso", confiesa.
En una reciente sesión de trabajo de la Asamblea Municipal del Poder Popular en Morón se extendía un reconocimiento a los educadores y trabajadores de este sector en Morón, por la respuesta rápida y efectiva tras el paso devastador del huracán Irma.
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