La cruz que no merecemos cargar

Pertenezco a la juventud cubana, uno de los grupos más significativos de la sociedad, tanto por su alto peso numérico, como por su larga tradición de protagonismo social.

Por tanto, para reflexionar acerca de la juventud y su papel en nuestra sociedad, aquí está mi pensamiento.

Para muchos la juventud está perdida. Entonces qué queda para el resto de las personas. Algunos, sin incluirse dentro de este grupo social, demuestran con creces su falta de cortesía y educación formal.

Recuerdo ahora, el caso de un señor que podría ser abuelo, descansadamente, y se comporta como un asere (socio), o la señora que reza todo el santo día en la iglesia y es incapaz de servir al prójimo.


Uno recoge lo que siembra. Las apariencias engañan y la única verdad no tiene porque ser la mía.

Los jóvenes somos dueños exclusivos de severas críticas por nuestra manera de actuar y afrontar la realidad. Me pregunto ¿somos los únicos? Considero que escuchar es fundamental. Para todo joven resulta útil permearse de la experiencia, los conocimientos y el cariño de quienes constituyen reservas insustituibles de estos elementos.

En no pocas ocasiones hemos escuchado a ancianos realizando señalamientos hacia los de menos experiencia acumulada, sin el más mínimo tacto y sin una gota de respeto. Entonces, ¿debemos pagar con la misma moneda?.Cuidado.Seguir en este circulo vicioso podría transformarnos, precisamente, en lo que tanto rechazamos.

Hombres y mujeres hechos y derechos aspiramos a ser todos los habitantes de este archipiélago. Ahora, lograrlo depende de cada uno de nosotros. Por eso, para todo aquel que sobrepase mis 20 años les digo, vístase de gala con traje de paciencia, tolerancia y respeto. Le aseguro que le aguardará un armario de ocasiones especiales. Luego, me cuenta.

Tomado del sitio Radio Progreso, La Onda de la Alegría