
Calificado en los más duros términos dentro y fuera de los Estados Unidos, el recién finalizado proceso electoral que dio sorpresiva victoria a Donald Trump ha servido, no obstante, para demostrar la creciente relatividad de encuestas, vaticinios y matrices de opinión frente a factores más profundos cuyas esencias están ocultas a la mayoría del público y los medios.
De nada valió el barraje propagandístico para desacreditar a Trump, como tampoco sus controvertidos comentarios sobre los inmigrantes, su promesa de erigir un muro en la frontera con México, su trato irrespetuoso hacia las mujeres, sus diatribas contra los musulmanes, las minorías y hasta los hebreos. Pese a tener la prensa en contra, estar peleado con la dirigencia de su partido —el republicano— y representar una amenaza para el establishment, el magnate corporativo se alzó con la victoria.