
Con el uniforme de alfabetizadora, las cartillas, el Manual y el clásico farol, partió un día hacia Campechuela, en la oriental provincia de Granma, para enseñar a leer y escribir a una familia que residía cerca de Manzanillo en un lugar conocido como Altos del Jo. “No fue nada fácil, pues nunca me había separado de mi familia y fue allí donde aprendí a desarrollarme, a desenvolverme y sobre todo a convivir en un entorno diferente”, cuenta Glendora.