Cuando faltan pocas horas para cumplirse 125 años de la constitución definitiva del Ejército Invasor, las figuras de Máximo Gómez Báez y Antonio Maceo Grajales aún se sienten cabalgar por los potreros de Lázaro López.
El estudio permanente del hecho promovido por los integrantes de la Unión de Historiadores de Cuba y el complejo escultórico erigido allí en honor al acontecimiento ocurrido el 30 de noviembre de 1895, son muestras que atraen el interés de cada visitante.
El sitio escogido para el reencuentro de estos dos grandes líderes de la lucha por la independencia de Cuba, reunía entre otras características sus condiciones estratégicas, y por ser escenario de la caída en combate el nueve de septiembre de 1869 del general mambí Ángel del Castillo Agramonte, durante el ataque al fuerte español del lugar.
La instalación arquitectónica inaugurada en el 2012 y que ostenta desde hace cinco años la condición de Monumento Nacional, consta de un gran muro con un mapa de la isla que señala los principales puntos geográficos por donde se desplazó la invasión a occidente y el corpulento machete de 11 metros de largo.
También presente allí, las rosas blancas, fuente de inspiración de José Martí en sus versos sencillos, las efigies del generalísimo y del Titán de Bronce rodeados por los 11 túmulos en recordación al número de generales cubanos y del presidente de la República en Armas, Salvador Cisneros Betancourt testigos del emotivo acto militar.
Tras un recorrido por el histórico sitio donde sus anfitriones siempre están en disposición de extender sus manos y contribuir en la revitalización de los hechos, nos ofrece entre otras satisfacciones la posibilidad de ver como Gómez y Maceo aun cabalgan por los potreros de Lázaro López mediante la arenga “El día que no haya combate será un día perdido o mal empleado”.
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