Yaimary, la mamá del pequeño Ernesto, se encarga de atenderlo y complacerlo en todos sus antojos: papel, lápices de colores, pelota y hasta las fotos del celular para reir de aquel encuentro con el payaso.
Yenni, en el reducido espacio de un apartamento en el microdistrito norte de Morón, se ocupa de complacer las peticiones de su pequeña niña Carolina, que baila al compás de la música, quiere modelar, pintar, escribir y hacer mil cosas a la vez y a su lado permanece una mamá complaciente y dedicada.
Así transcurre el Día Internacional de la Infancia en la ciudad avileña de Morón, donde los padres y familiares cumplen con responsabilidad la tarea de mantener a los niños en casa, en circunstancias tan especiales para protegerlos de la peligrosa epidemia.
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