Aunque desde fecha tan temprana como 1898, el Papa León XIII, había
nombrado a monseñor Placide-Louis Chapelle como su primer Delegado
Apostólico en la Isla, no fue hasta el 11 de septiembre de 1935 cuando
el entonces Secretario de Estado de la Santa Sede, Cardenal Eugenio
Pacelli, devenido años después Papa Pío XII, firmó el documento de
establecimiento de una Nunciatura Apostólica en Cuba, a instancias del
Papa Pío XI y en reciprocidad al gesto cubano,que el 7 de junio de ese
mismo año había decidido, mediante Decreto Ley No. 208, el
establecimiento de una Legación diplomática en el Vaticano.
Como
primer Nuncio Apostólico en Cuba, fue nombrado monseñor Giorgio Giuseppe
Caruana, quien se ocupaba de las cuestiones cubanas desde 1925 como
Delegado Apostólico para las Antillas y México. Este presentó sus cartas
credenciales el 6 de diciembre de 1935.
Cuba estuvo
representada ante la Santa Sede por su Enviado Diplomático en París
hasta 1936 cuando, en ocasión de la conmemoración del 10 de octubre,
fecha que marca el inicio de las luchas por la independencia de Cuba,
fue acreditado el Ministro designado por La Habana ante Su Santidad Pio
XI.
Varios historiadores catalogan la decisión del Gobierno
cubano de entonces de establecer relaciones diplomáticas con la Santa
Sede como un acto coherente con el momento político que se vivía en el
país, encaminado a fortalecer el sentimiento nacional, a partir de la
derogación «formal» de la Enmienda Platt, un anexo a la Constitución
cubana de 1902 impuesta unilateralmente por los Estados Unidos.
La historia de los nexos entre la Santa Sede y Cuba está colmada de
hechos positivos y ejemplos de colaboración, así como de protagonistas
por ambas partes quienes se caracterizaron por desarrollar una
diplomacia que ha permitido ganar en confianza mutua.
Son
recordados hombres como monseñor Cesare Zacchi, a quien el líder
histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro Ruz, con quien mantuvo
una amistad personal, describió como un Nuncio muy inteligente y capaz y
con mucha capacidad constructiva.
En los vínculos bilaterales,
por la parte cubana, se destacó el periodista y escritor Luis Amado
Blanco, quien fungió como Embajador de Cuba durante más de una década,
llegando a ocupar el puesto de Decano del Cuerpo Diplomático acreditado
ante la Santa Sede.
Han sido significativas en la historia de estas
relaciones las visitas apostólicas a Cuba realizadas por tres Papas, San
Juan Pablo II, en enero de 1998; Benedicto XVI, en marzo de 2012; y
Francisco, en septiembre de 2015.
En cada una de ellas, tanto las
autoridades como el pueblo cubano mostraron su respeto, afecto y
hospitalidad a los máximos representantes de la Santa Sede; quienes, a
su vez, tuvieron la ocasión de conocer mejor a un pueblo seguro en sus
convicciones, noble, instruido, ecuánime y organizado, que defiende la
verdad y escucha con respeto.
Han sido relevantes las visitas
oficiales al Vaticano realizadas por los Presidentes cubanos Fidel
Castro Ruz en 1996, y Raúl Castro Ruz en el 2015, quienes fueron
recibidos por los Papas Juan Pablo II y Francisco, respectivamente.
Por su parte, el entonces primer vicepresidente del Consejo de Estado y
de Ministros, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, presidió la delegación cubana
que, en el 2013, asistió a la ceremonia de inicio del Pontificado del
Papa Francisco.
Los encuentros sostenidos en cada una de estas
visitas ratificaron el positivo nivel de las relaciones existentes entre
ambos Estados.
La reunión sostenida en La Habana, en febrero del
2016, entre el Papa Francisco y el Patriarca de Moscú y de Toda Rusia
Kirill, ocasión en la que firmaron una histórica declaración conjunta,
tuvo un gran significado para Cuba. En esa ocasión, el Papa sostuvo un
nuevo encuentro con el entonces presidente cubano Raúl Castro,
constituyéndose ese hecho en un nuevo hito en los vínculos bilaterales.
Las relaciones entre la Santa Sede y Cuba han superado la prueba del tiempo en su largo y fructífero camino.
Durante los 85 años que ahora se cumplen, se ha ido forjando una
relación que se caracteriza por el respeto y el reconocimiento mutuos y
por la voluntad de ambas partes de continuar desarrollándolos.
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