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sábado, 16 de mayo de 2020

El nasobuco

                               
Hace algún tiempo, mucho antes de la llegada de la pandemia, de incorporar a nuestro vocabulario expresiones como coronavirus, Covid-19 y QuédateEnCasa, conversaba con una amistad sobre la cantidad de, dígase objetos; que las personas con los años, han ido llevando sobre  su cuerpo, prácticamente desde el mismo día del nacimiento y la
mayoría, hasta su tumba, con el fallecimiento.

Todo comienza con los panters, el biberón, una cadenita colgada al cuello, luego la falda o pantalón, la blusa o la camisa, según el sexo,  el calzado... pero todo no queda en ese límite. La aparente ligera carga sigue cobrando volumen con el transcurrir del tiempo, porque se van añadiendo objetos, muchas veces por necesidad y otras como elementos decorativos y  estéticos personales.

Así, integran esos complementos del cuerpo humano un par de espejuelos, algunos por necesidad, otros por complacer su gusto,  las mujeres,  hebillas en el cabello, pañuelos de cabeza, carteras, bolsos y los hombres, gorras, o sombreros, billeteras, monederos, fosforeras, cajas de cigarrillos,
bastones,  bueno infinidad de esos objetos que fueron el motivo por  el cual los vestuarios se le incorporaron bolsillos, pero insuficientes, al fin, nacieron  los bolsitos, las jabas y  otros aditamentos  similares.

Cuando todo parecía que llegaba al tope  de la sobrecarga humana, aparecieron los celulares o móviles, como también se le conoce, y con ellos, en muchísimos casos los audífonos. Este aparatico parecía que iba a poner punto y final a las cosas que no puede faltar sobre las personas. Si embargo, casi que de la noche a la mañana apareció algo nuevo. Saben de qué se trata?. Pues nada menos que del Nasobuco,  ese pedazo de  tela que se prende mediante elásticos de las orejas, o atado a la parte trasera de la cabeza, de manera que cubra y proteja la nariz y la boca, de ahí su nombre más moderno, porque antiguamente se le conocía como Tapaboca.
                                            

Recuerdo muy bien la primera vez que  usé tapaboca, cuando a  mediados de la década de los años 60, del pasado siglo, incursionaba como estudiante de Oftalmología en la capital del país. Fui uno de los primeros alumnos del grupo, seleccionado para realizar una práctica docente  en una intervención quirúrgica de  Catarata, en el hospital. Como parte del requerido atuendo, formaba parte el entonces llamado "Tapaboca", de manera que solo quedaban los ojos al descubierto.

Apenas entendía lo que el cirujano nos planteaba y  hasta nos confundíamos unos a otros por tener todos el rostro totalmente oculto.

Aquellos lejanos momentos, vienen por estos días al recuerdo, cuando apreciamos que toda la población usa el nasobuco como prenda obligatoria. Vemos nasobucos de todos los colores y  los más variados diseños, y  según consideraciones de conocedores de la materia, teniendo en cuenta la magnitud y la peligrosidad de la pandemia, es muy probable que el Tapaboca, o mejor dicho, el Nasobuco, se  quede por mucho tiempo como algo inseparable de nosotros.

Claro, si se trata de prevenir, de proteger la salud, bienvenido el nasobuco.




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