En una lejana comunidad conocida como Anaco, en el estado venezolano de Anzoátegui, se respira preocupación por las miles de víctimas que suma en pocos días la terrible pandemia de la Covid-19 que abate una considerable cantidad de países, pero al mismo tiempo sienten la confianza de tener a su disposición a parte de una brigada de colaboradores de la salud procedente de Cuba.
Ante la turbulenta epidemia, los médicos cubanos, ya establecidos en ese estado con anterioridad, recibieron las indicaciones de actuación ante cada caso, decir mejor, los protocolos profesionales, y sin perder un instante, se abrió en ese lugar un Centro de Diagnóstico Integral que los venezolanos lo identifican como el CDI
Allí en ese enclave médico, donde laboran varios especialistas e intensivistas, se encuentra Nuria González Ruiz, una enfermera de la ciudad de Morón, en la provincia de Ciego de Ávila, quien comparte acciones en la importante batalla de salvar vidas humanas.
"Hasta aquí llegan diariamente muchas personas, no solo aquejadas de problemas respiratorios, o casos sospechosos, sino también con otros diagnósticos que abundan en esta temporada, y se aplican vacunas contra paperas, sarampión, rubeola, poliomielitis y hepatitis, y cada uno recibe la atención médica requerida", confiesa Nuria.
"Nos conmueven muchas situaciones que recibimos en este centro, sobre todo niños con diferentes patologías, pero los acogemos con un gran cariño y le brindamos no solo el tratamiento médico establecido, sino también expresiones de afecto y cortesía", apunta.
Nuria se levanta muy temprano y regresa en el atardecer, después de una intensa jornada, que en los últimos días ha consistido en el pesquisaje sanitario por toda la comunidad de Anaco. Ella, junto a otros galenos cubanos, integra ese importante ejército de batas blancas que representa la dignidad y humanismo de la Revolución Cubana.
Leonel Iparraguirre González
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