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domingo, 29 de julio de 2018

La brigadista de Altos del Jo

Era  muy jovencita cuando el deber revolucionario tocó  a la puerta de Glendora Wray Campbel, una  avileña que había nacido en la calle Bembeta y  que  en 1961 le propusieron ingresar a las brigadas de alfabetización Conrado Benítez, oportunidad a la que no renunció y que cerca de medio siglo después considera como uno de sus pasos decisivos para  haber consagrado su vida laboral a la pedagogía.

Con el uniforme de alfabetizadora, las cartillas, el Manual y  el clásico farol, partió un día  hacia Campechuela, en la oriental provincia de Granma,  para enseñar a leer y escribir  a una familia que residía cerca de Manzanillo en un lugar conocido como Altos del Jo.  “No fue nada fácil, pues nunca me había separado de mi familia y  fue allí donde aprendí a desarrollarme, a desenvolverme y  sobre todo a convivir en un entorno  diferente”,  cuenta Glendora.


Al concluir la campaña,  tuvo la oportunidad  de incorporarse al plan de becas para estudiar idioma ruso en el Instituto Máximo Gorki, algo por lo que sentía vocación, pero ante irregularidades que se presentaron en el curso, saltó para  el magisterio, al ser  entonces seleccionada para un carrera profesional en el Instituto Pedagógico José Antonio Echeverría.

¡Qué buena suerte la mía! Sonríe esta decana pedagoga por proporcionársele esta carrera, cuya  vocación le había nacido en el oriente cubano como alfabetizadora.

Cuántos  saltos, cuántos conocimientos, cuántas  encomiendas, como aquella sorpresa que  le invadió siendo estudiante de  cuarto año cuando cumplió el primer período de práctica docente, y por necesidades, le asignaron la responsabilidad de dirigir una secundaria básica en el poblado de Alacranes, lo que coincidió con la realización del primer Plan la Escuela al Campo que se convocaba en el país.

Sus cualidades le valieron entonces para unos años después impartir clases en la Secundaria Básica Federico Capdevila de Florencia hasta  llegar a la ciudad de Morón como profesora del preuniversitario.

Ya jubilada, sueña con su profesión de siempre, de sus jornadas como directora  de la Secundaria Básica Salvador Cisneros de Morón, de sus experiencias en otros muchos planteles donde tuvo la oportunidad de impartir conocimientos.

En su actual lugar de residencia, donde  convergen  varios edificios multifamiliares en plena calle Martí de la ciudad de Morón, se le conoce  como Glendora la educadora, una  mujer que conserva su ética profesional, su excelente vocabulario y su manera especial de andar y de actuar.

Leonel Iparraguirre González

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