Antonio Matildo Rodríguez González, nunca pensó vivir tantos años. Fue el lejano 10 de mayo de 1911 cuando nació en un caserío que le llaman Guanito, en el actual municipio de Primero de Enero. Ahora arriba a los 102 años de existencia competente para continuar la vida.
Cuenta que ha sido un hombre feliz, a pesar de haber concretado su vida entre plantones de caña y el cultivo de viandas, lo que constituye su principal orgullo, pues desde muy pequeño sentía amor por la tierra y la agricultura.
“Ya nadie se acuerda de las zafras antiguas, aquellas que se hacían a golpe de mocha, sin imaginar que muchos años después sería un trabajo que lo podría hacer una máquina combinada”, comenta Matildo como lo conocen sus compañeros.
Con su voz tenue y pausada describe sus primeras zafras en el antiguo central Violeta: “fui carretero de aquellas que tenían unas ruedas muy grandes de madera y mi tarea era dura, pues los campos estaban muy distantes de la grúa de Ognara, adonde tenía que dar hasta tres viajes por jornada”.
“Desde entonces me acostumbré a madrugar –comenta- aunque años después me dediqué al trabajo agrícola, a la siembra y cosecha de viandas de todo tipo en tierras que eran muy prósperas, por eso confirmo que el trabajo cura de espantos y da más años de vida”.
Matildo dice ser una persona diferente “y quizás por eso he durado tantos años”. No le gusta el baile, jamás disfrutó de una estancia en la playa y realizaba visitas a otros pueblos y ciudad solo por razones de necesidades.
“Pero le digo más –confiesa- pocas veces tuve que acudir a una consulta médica, solo fui una vez cuando me tuve que someter a una operación de una hernia, debido a las fuerzas que realizaba en el campo, y para colmo me compliqué con una peritonitis que por poco me lleva a la tumba”.
Ahora Antonio Matildo disfruta de su vejez, formando parte de la gran familia del Hogar del Adulto Mayor que radica en la ciudad de Morón, donde comparte con nuevas amistades y recibe el cariño y la atención de médicos, enfermeras y de sus propios compañeros.
“Me siento fuerte para continuar la vida y aunque todavía me falta un buen tramo para llegar a los 120, no me aparto de ese propósito porque mucha voluntad tengo.”, afirma
“En uno de los salones hay globos y cadenetas para una fiesta especial: el cumpleaños de un abuelo que ya arriba a los 102 años, sin arrugas en la frente.
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