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lunes, 31 de octubre de 2011

REFLEXIONES DE FIDEL: La hazaña de Guadalajara

Hago un breve receso en mis análisis políticos para dedicar este espacio a la hazaña de los atletas cubanos en los Decimosextos Juegos Deportivos Panamericanos.
Los Juegos Olímpicos y las competencias deportivas internacionales que giran en torno a ellos, y despiertan tanto interés en miles de millones de personas, tienen una hermosa historia que no por ultrajada debiera dejar de recordarse.

El aporte del creador de los Juegos Olímpicos fue especialmente nítido, más aún que el de Nobel quién en una etapa de su vida, buscando crear un medio más eficaz de producción, produjo el explosivo con cuyos frutos económicos los designados para cumplir su voluntad en favor de la paz lo mismo premian a un científico o escritor brillante, que al jefe de un imperio que ordena el asesinato de un adversario en presencia de su familia, el bombardeo de una tribu en el centro de Asia o de un pequeño país independiente del norte de África, y el exterminio de sus órganos de mando.

El Barón Pierre de Coubertin fue el creador de los Juegos Olímpicos modernos; de origen aristocrático, nacido en Francia, país capitalista donde un campesino, un obrero, o un artesano, no tenían en aquella sociedad posibilidad alguna de emprender esa tarea.

Desatendiendo los deseos de su familia, que deseaba hacer de él un oficial del ejército, rompió con la Academia Militar y se consagró a la pedagogía. De cierta forma su vida recuerda la de Darwin, descubridor de las leyes de la Evolución Natural. Coubertin se convierte en discípulo de un pastor anglicano, funda la primera revista dedicada al deporte y logra que el gobierno francés la incluya en la Exposición Universal de 1889.

Comienza a soñar con reunir en una competencia a deportistas de todos los países bajo el principio de la unión y la hermandad, sin fines lucrativos y solo impulsados por el deseo de alcanzar la gloria.

Sus ideas inicialmente no fueron muy comprendidas pero persistió, viajó por el mundo hablando de paz y unión entre los pueblos y los seres humanos.

Finalmente, el Congreso Internacional de Educación Física, celebrado en Paris en junio de 1894, creó los Juegos Olímpicos.

La idea encontró resistencia e incomprensión en Inglaterra, la principal potencia colonial; el boicot de Alemania, poderoso imperio rival; e incluso la oposición de Atenas, ciudad escogida para la primera Olimpiada.

Pierre de Coubertin logró comprometer a emperadores, reyes y gobiernos de Europa con sus incansables esfuerzos y su talento diplomático.

Lo principal fue, a mi juicio, la profundidad y la nobleza de sus ideas que ganaron el apoyo de los pueblos del mundo.

El 24 de marzo de 1896, el Rey de Grecia, por primera vez, declaró abierto los Primeros Juegos Olímpicos Internacionales

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